domingo, 29 de diciembre de 2013

Un nada veraniego

Me gusta estar solo. La tranquilidad de la soledad hace que me recargue, aunque parezca irónico. Poder pensar en armonía, relajar sin preocupaciones, y dejar que pase el tiempo, me da paz.
No necesito hacer mucho, con liberar la cabeza es suficiente. Crear una imagen en blanco y después modificar de a poco, según las variaciones del momento, es la actividad de mayor carga. A pesar del calor, siempre hay una manera de mantener una línea constante de meditación. Lo más común es dejarse llevar por el ruido de un ventilador, hasta que empezás a soñar despierto.
Puede que sea repetitivo, pero cuando lo siento y necesito expresarlo, tengo que hacerlo sin filtrar demasiado. Por eso, tal vez, cosas así ya habrán existido, aún sabiendo que no se puede escribir lo mismo dos veces.
No quiero ser extenso porque no es menester hoy, sólo algo como para mantener viva la ilusión del escritor.