Te tengo abandonado porque estaba drogado. Si bien viviría ajeno a la realidad, no tendría ningún sentido: no había nada que sufrir, criticar o cuestionar. Y aunque era perfecto así, de hecho, todo automáticamente estaba bien, el original no participaba nunca de las acciones o pensamientos... hasta hoy.
El motor de la escritura, en este caso, es la necesidad de descargo por parte de una razón conflictiva, mayormente negativa. Obviamente que dopado no existía esa posibilidad porque absolutamente todo era sinónimo de aprobación: no había lugar para el dolor o la inconformidad. Ahora que se terminó la gran siesta, los problemas existenciales vuelven a aparecer en escena para complicar la conciencia y llenarla de fantasmas que sólo reafirman el estado de ánimo actual. De esta forma, sin duda, se crea el ambiente ideal para retomar el viejo escape deambulando entre oraciones casi incoherentes.
Fiel al estilo de siempre, desde ya que reconocer es un gran paso. Es más, reconocer la espontaneidad de los sucesos es todavía un gran punto a favor. Con esta situación se crea la posibilidad y habilitación para volver, para seguir después de la pausa narcótica. Se podría decir que lentamente todos marchan hacia la eliminación.
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