Y se creen vivos. Se creen evolucionados, instruidos en el artilugio de vivir. Spoiler alert: son sólo almas carentes de (irónicamente) contenido.
No hay día en el que no me detenga a observarlos y no me maravillen (para mal). Ya dejaron de provocarme tristeza, ahora es pena lo que me recorre por la mente al presenciar estos comportamientos que aumentan constantemente en nuestra (extinta) especie humana.
La empatía que debería sostener, legada por el movimiento animal, me imposibilita ser aún más sincero (y cruel) en lo que quiero decir: no tienen futuro alguno.
¿Cuándo permitimos esta escalada descendente?
Y... Acá reconozco que fue culpa nuestra. Inspirados en tanto material audiovisual de carácter distópico y futurista, en tantas promesas positivas que nos iba a traer semejante avance tecnológico, nos dejamos llevar... Ahora llegan las facturas y las empezamos a pagar con vida.
Empezamos a vivir menos.
¿Vivir menos?
Sí, vivir menos.
Vivir en una lobotomía perpetua donde nos dejamos exprimir las almas para así poder ver qué subió fulanita el sábado a mejores amigos, para escuchar lo que dice menganito sobre un videojuego del momento (que desarrolló la empresa que indirectamente explota a zultanito que ni conoce lo que son cuatro comidas).
La lista sigue y sigue. Con calma podría estar horas detallando cada aspecto o situación particular, los conozco muy bien.
Pero, ¿para qué?
Para hablar con una pared prefiero el silencio genuino.
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