No vale la pena detenerse ahora a explicar y ejemplificar con datos actuales,
¿Qué necesidad había? Si era tan obvio, ¿para qué buscaba la confirmación? Ahora se vienen muchas preguntas, que ya no tienen sentido porque el daño estúpido está presente. Lo único que podría decir es que la cierta habilidad de ser idiota, más la reflexiva, dieron con el cuento bastante antes de terminada la exposición.
Nunca hubo guerra. Nunca podría haber victoria o derrota. Nunca debería haber pensado en esto. Y nunca se hablará de la media sonrisa.
Tiene que morir acá, muere acá. Aunque no sea justo que siendo de esta manera, no tenga otra forma que acumular al vacío el todo, cuando seguramente ambas partes hayan podido sacarlo hacia afuera.
No queda ni como anécdota, así como tampoco la posibilidad de participar. Ahora queda callar, escribir por última vez y retroceder para no ver de cerca el futuro victorioso que pinchará en lo cotidiano hasta acostumbrarse.
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