El principal ayudante de que esto comenzara fue la personalización de la tecnología. Veía al papel como algo aburrido, sin motivación a la hora e transcribir propias ideas o pensamientos más que las tareas por obligación de la escuela. Primero fue una pc nueva, la cual tenía acceso a Internet y mayor privacidad a la hora del uso. Pasar horas leyendo y observando distintos tipos de contenidos en esa cápsula que me transportaba hacia cualquier parte del mundo me enseñó lo que estaba por venir. Luego, vino un celular que me acompañó en mis subidas y bajadas, en el cuál empezaron a aparecer microcontenidos sin la mera planificación de los mismos. El destino empezó a escribirse.
En ese entonces, no tan diferente del hoy en cuanto a la síntesis, estos contenidos eran breves pero contundentes en su mensaje. Eran pura energía adolescente. Lo primero que se me venía a la mente lo traducía en palabras. Usaba mensajes de borrador como pequeñas notas para dejarlas pendientes y poder leerlas en el momento que quisiera. Este comportamiento fue gestando la incursión en notas pero esta vez en la pc.
Estos archivos más extensos que un par de oraciones ya poseían en la raíz un tinte mucho más oscuro. Supongo que, junto con el crecimiento del ser, el tiempo fue formando tanto al autor como a sus obras. Hacer estas cosas eran sinónimo de liberación, de pasar a la pantalla lo que de verdad sentía y me acomplejaba. Era lo que sin esfuerzo podía lograr, ya que sí encontraba desgastador transmitir estas cosas hablándole a alguien. Este fue el punto de inflexión donde el destino tomaba forma.
Los tópicos eran variados. Entre ellos, se encontraban historias inconclusas, reflexiones sobre la vida, las dudas sobre la existencia, la petición de ayuda, la repetida mención a la muerte y los comienzos de los disgustos y las constantes decepciones que empezaba a vivir. Volver a releer estos materiales sólo me dejan en claro que esas problemáticas de aquellos tiempos son las mismas que tengo ahora y, en realidad, nunca dejé de tener. Los períodos cortos donde no se presentan estas cuestiones demuestran que la que supremacía de estos momentos negativos son precisamente el mismísimo destino. ¿Puede un simple humano torcer su destino?
La respuesta es fácil. Quizá la última pregunta sería: ¿vale la pena?
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